Bienvenida al blog

Hola, os doy la bienvenida al blog. Mi nombre es Pablo y trabajo en la escuela de un circo como profesor de infantil y primaria. Estoy realizando varios viajes al mismo tiempo: pedagógico, geográfico, literario, artístico y, cómo no, al mundo del circo. Si deseas acompañarme, me darás una gran alegría. Te invito a pasar y a que dejes tus impresiones.



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miércoles, 19 de mayo de 2010

Desnudos, mucho mejor. (respondiendo a un papalagi)

He recibido un correo electrónico admonitorio reconviniéndome por mostrar dibujos "obscenos" a mis pequeños. El citado correo se refiere a la entrada donde muestro sus reacciones al contemplar mis modestos ejercicios de anatomía. Diré que me ha sido muy útil pedagógicamente el mostrarle mis dibujos a los niños. Creo que ellos se lo pasan bien viéndolos, de hecho todos los lunes me preguntan "Profe,¿has hecho muñequitas este fin de semana?". Este correo que he recibido me ha servido para autoafirmarme y para elevar mi rendimiento, pues el niño contestatario que llevo dentro se ha puesto a dibujar como un loco este fin de semana. Algunos de los dibujos que he hecho son los que ilustran esta entrada. Espero que los disfrutéis. Respecto a las consideraciones elevadamente morales del escrito al que me refiero y que no pienso reproducir aquí -hay otros espacios para eso- las voy a contestar como sigue:



Al contemplar un cuerpo humano, tal cual, contemplamos la obra de Dios, mientras que al contemplar unos ropajes, lo que contemplamos es la obra del hombre; si los ropajes que contemplamos resultan ser sotanas, es a Satanás entonces a quien estaremos contemplando mientras lleva a cabo su principal misión, que consiste –precisamente- en hacernos confundir la obra del hombre con la de Dios; o dicho de otra forma, apropiarse del nombre de Dios para llevar a cabo la obra del hombre.

Yo creo que una buena escuela debería incorporar las aportaciones de la corriente bioenergética y, por lo tanto, la desnudez –la no-ropa, más bien- como instrumento pedagógico. Ya sé que ni Zara ni el Corte Inglés se lanzarían al mecenazgo de un proyecto educativo de esta índole, pero a mí me encantaría poder explicar el teorema de Taylor mientras estamos tanto profesor como alumnado en pelota picada. Creo firmemente que si nos educásemos todos en una desnudez natural, el mundo se convertiría en un sitio mucho mejor.

Yo, por mi parte, practico un nudismo activo, casi militante podríamos decir. Sobre todo, las madrugadas de luna llena que aprovecho para pasear por las calles del centro de mi pueblo montando en bicicleta sin que tela alguna cubra mi cuerpo. Esta práctica me puede costar un súbito ingreso en el psiquiátrico si me topo, por ejemplo, con un coche patrulla de la Guardia Civil, pero la liberadora sensación bien merece la pena. Os aseguro que así montado en la bici se percibe la realidad de una forma que algo de numinoso tiene. Es lo que un amigo mío llama “francisquear”, (por el de Asís, santo patrón del pueblo).
Y ahora que el sol ya empieza a picar, estoy deseando que llegue por fin el verano para poder ir a las playas nudistas a dibujar estudios de anatomía al natural mientras yo mismo estoy desnudo. Es una actividad divertidísima, sana, que pone a tono el intelecto y los sentidos, la manera óptima de aprender a dibujar y además es una forma muy curiosa de interactuar y trabar conocimiento con personas desconocidas. Cada vez que lo he hecho, además de algunos garabatos más o menos interesantes, me he traído a casa sustanciosas anécdotas que memorar. Por añadidura, se trata de una actividad sumamente barata, no hace falta ni tan siquiera un pequeño bañador, tan sólo papel y lápiz.
Aprovecho la ocasión para decir que a alguien le apetece posar un rato, independientemente de su sexo, edad y condición física, que no lo dude y se ponga en contacto conmigo: domador.de.peques@gmail.com (en el mapa podéis ver por dónde estoy)

Cederé ahora la palabra, a pesar de no ser simpatizante de las monarquías, al inspirado Rey samoano Tuiavii de Tiavea en un discurso transcrito de su libro Los papalagi que, sin duda, arrojará lucidez acerca de la cuestión que me he animado a abordar. Lucidez en virtud de su sencilla visión sobre nuestra complicada simpleza.




COMO CUBREN LOS PAPALAGI SU CARNE O
SUS NUMEROSOS TAPARRABOS Y ESTERAS




Los Papalagi están siempre cavilando cómo cubrir su carne del mejor modo posible. Un blanco, que tenía mucha influencia y estaba considerado muy sabio, me dijo: «el cuerpo y todos sus miembros son carne; es a partir del cuello donde empieza la verdadera persona». Creía que sólo la parte del cuerpo que alberga con sus atributos buenos y malos merece nuestra atención, refiriéndose a la cabeza, naturalmente. Los blancos dejan descubierta la cabeza y algunas veces las manos. Sin embargo, la cabeza y las manos están hechas de carne. Quienes que muestran algo más de su carne no pueden alcanzar una perfecta imagen moral.


Cuando un joven toma a una mujer para que sea su esposa, no puede estar seguro de que le va a agradar, porque antes de esta ocasión nunca ha visto su cuerpo. Cada muchacha cubre su cuerpo, aunque tenga la figura de la más bella Taopou2, de modo que nadie puede ver y disfrutar de tan espléndida visión. La carne es pecado. Esto es lo que los Papalagi dicen, porque para ellos sólo el espíritu cuenta. El brazo que se alza a la luz del sol para lanzar un venablo... es una flecha de pecado. El pecho al que las olas del aire envuelven, es una casa donde el pecado vive. Los miembros, con los que la doncella ofrece el siva3, son pecadores. Y con toda seguridad, aquellas partes del cuerpo dedicadas a hacer nueva gente y a deleitar al mundo con ellas, ¡están llenas de pecado! Todo lo que se considera carne es ur. Pecado. Hay un veneno viviendo dentro de cada músculo, un veneno traidor que salta de una persona a otra. Aquellos que miran la carne absorben el veneno, son heridos por él y se convierten en seres tan depravados como los que la estaban enseñando. Esto es lo que la sagrada moral de los blancos nos dice.







Ésta es la razón por la que el cuerpo de los Papalagi va enteramente cubierto de taparrabos, esteras y pellejos de animales, tan herméticamente ajustados que ni siquiera un ojo humano ni los rayos del sol son capaces de penetrarlos, tan apretados que su cuerpo se vuelve de un blanco descolorido y parece cansado como una flor que crece en el bosque bajo pesados árboles.

¡Oíd cuán pesadas cargas lleva un solo Papalagi en su cuerpo, vosotros hermanos, los más elegantes de muchas islas! Para empezar, el cuerpo desnudo se envuelve con una piel blanca y gruesa, hecha de las fibras de una planta, y llamada sobrepiel. Se lanza arriba al aire, y luego se deja caer deslizándola hacia abajo por la cabeza, el pecho por encima de los brazos hasta las caderas. De abajo a arriba, desde las piernas y caderas hasta el ombligo, se lleva otra de estas sobrepieles (camisetas). Estas dos pieles están cubiertas por una tercera que es más gruesa. Una piel tejida con los pelos lanosos de un animal de cuatro patas, especialmente criado para este propósito. Esto es el verdadero taparrabos. Usualmente se compone de tres partes: la primera cubre la parte superior del cuerpo; la segunda, la sección media; y la tercera, las caderas y las piernas. Las tres partes están unidas por conchas y cuerdas hechas con savia seca del árbol del caucho, por eso dan la impresión de ser una sola pieza. Normalmente este taparrabos tiene el tono la gris de la laguna durante el húmedo monzón. No puede ser nunca totalmente de colores, como máximo la parte media, y entonces sólo la lleva la gente que tiene mala reputación y a la que le gusta perseguir al otro sexo.



Finalmente, alrededor de los pies se atan una piel tan moldeable como recia. Normalmente la piel suave es elástica y se moldea bien a la forma del pie, pero la dura no lo hace en absoluto. Están hechas de gruesos pellejos de animal que han sido puestos en remojo, deshollados con navaja, golpeados y colgados al sol tanto tiempo que se han endurecido y curtido. Usando esto, los Papalagi construyen una especie de canoa con los lados altos, lo suficientemente grande para que el pie se ajuste. Una canoa para el pie izquierdo y otra para el derecho. Estos pequeños «piesbarcos» están sujetos alrededor de los tobillos con cuerdas y garfios para contener el pie dentro de una fuerte cápsula, como el caracol en su casa. Los Papalagi llevan estas pieles desde el amanecer al ocaso, los llevan incluso de malaga4 y cuando bailan, los llevan incluso cuando hace tanto calor como antes de una tormenta de lluvia tropical.
Esto va contra la naturaleza y también lo entiende así el hombre blanco; cansa sus pies hasta que parecen muertos y apestados, y como que han perdido la habilidad de agarrar cosas o de trepar a los árboles, los Papalagi tratan de esconder su vergüenza embadurnando el pellejo animal, que originalmente parecía rojo, con una especie de grasa que lo hace brillar después de extenderla frotando. Resplandecen con tanto brillo que a duras penas pueden los ojos soportar el destello y tienen que desviar la mirada.


Vivió una vez allí, en Europa, un Papalagi que se hizo famoso y al que mucha gente acudía porque les decía que no era bueno llevar estos pellejos ajustados y pesados alrededor de los pies; en cambio caminar descalzo bajo el cielo abierto, mientras el rocío de la noche todavía yace sobre los campos, hace que todas las enfermedades desaparezcan de ti. Ese hombre era muy sabio y de muy buena salud, pero la gente se rió de él y pronto fue olvidado.
Al igual que el hombre, la mujer también lleva esteras y taparrabos ajustados a su cuerpo y tobillos; por eso su piel está llena de cicatrices y cardenales. Sus senos se han vuelto fláccidos por la presión de una estera que atan alrededor del pecho, desde la garganta hasta la parte baja del cuerpo y también alrededor de la espalda, con un apuntalamiento suplementario de espinas de pescado, alambre de hierro y cuerdas. La mayoría de las madres dan a sus hijos leche de un tubo de vidrio que se cierra por la parte de abajo y que tiene una tetilla artificial sujeta a la parte superior. Y no siempre dan su propia leche, sino la leche de un animal feo con cuernos que ha sido sacada tirando fuertemente de sus cuatro pezones del vientre.
Sin embargo, es común que los taparrabos de las hembras sean más finos que los de los machos, y con más colorido y atractivo. Algunas veces se permite que la carne de los brazos y de la garganta asome, enseñando de este modo más carne que los machos. No obstante, se considera virtuoso que una chica se mantenga completamente cubierta y entonces la gente dice: «ella es casta», lo que significa que sigue las reglas del comportamiento decente.

Por esto nunca he entendido por qué está permitido que mujeres y muchachas muestren la carne de sus espaldas y cuello en las grandes fonos5 sin caer en desgracia. Quizás en ello resida la gran atención de la fiesta, en que las cosas que han estado prohibidas todo el tiempo, se permiten ahora. Los hombres siempre mantienen sus torsos y cuellos completamente cubiertos. Desde sus gargantas hasta sus pectorales, los alii6 llevan un taparrabos enyesado del tamaño de un aro blanco, también atiesado con yeso, y arrollado al cuello. A través del aro, él hace salir una pieza de tela con colores doblada como la cuerda de un bote; está atravesada por una aguja de oro o una perla, y cuelga a lo largo del escudo blanco. Muchos Papalagi también llevan aros de yeso alrededor de las muñecas, pero nunca en los tobillos.

Este escudo y aros blancos son muy importantes. ¡Un Papalagi nunca se presentaría ante una mujer sin sus ornamentos en el cuello! Si ese aro se volviera sucio y no brillase, sería aún peor. Por esa razón los alii de alta cuna cambian sus corazas y anillos de yeso cada día.
Por su parte, la mujer tiene muchas ropas de todos los colores, a menudo llenando un gran número de canastas, y la mayoría de sus pensamientos están dedicados a la elección de qué taparrabos llevar y cuándo, si debe llevar uno largo o uno corto, y habla apasionadamente sobre los abalorios que supone van de acuerdo con la prenda; el hombre sólo tiene un traje de fiesta y rara vez habla sobre él. Éste es el llamado ropaje del pájaro: un largo taparrabos negro que mengua en un punto de la espalda, como el rabo de un loro en la selva7. Con este traje ceremonial, las manos también tienen que ser cubiertas con pieles blancas, pieles que han de ser metidas en los dedos y están tan ajustadas que hacen que la sangre se encienda y hormiguee en la cabeza. A los hombres inteligentes se les permite, por consiguiente, llevarlos en una mano o ponerlos en el taparrabos cercano a la glándula del pecho.
Cuando un hombre o una mujer dejan su choza y salen a la calle, le envuelven en otra ropa muy ancha, que puede ser más gruesa o más fina, depende de cuánto brille el sol. Entonces cubren también sus cabezas. Los hombres, con un recipiente para beber, negro y rígido, que es redondo y hueco como los techos de nuestras chozas samoanas. Las mujeres llevan grandes cesterías de mimbre o canastas invertidas, plumas, tiras de tela, cuentas y otras clases de abalorios. Estos cubre-cabezas se parecen mucho al tuiga8 de una Taopou, excepto que son mucho más bellos y no se caen durante una tormenta o mientras se baila. Cuando se encuentran con alguien, los hombres blanden sus pequeñas cabezaschozas, mientras que las mujeres únicamente inclinan sus cargadas cabezas muy lentamente, como un bote que está sobrecargado.
Sólo por la noche, cuando el Papalagi va a la cama, se quita de verdad todos sus taparrabos, aunque sólo para reemplazarlos inmediatamente por otro que se abre por la parte de abajo y deja los pies desnudos. Por la noche usualmente las mujeres y muchachas llevan una tela que tiene preciosos bordados en el cuello, aunque rara vez se muestran mientras la llevan. Tan pronto como el Papalagi yace en su estera, se cubre hasta el cuello con las plumas del estómago de un gran pájaro, envueltas por una enorme pieza de tela que impide que vuelen esparciéndose. Estas plumas hacen sudar al cuerpo y contribuyen a que el Papalagi crea que yace al sol, aun cuando no brille en absoluto. Curiosamente por el verdadero sol tienen muy poco interés.
Se entiende fácilmente que haciendo todo esto el cuerpo de los Papalagi se vuelva de un blanco pálido y carezca del color de la alegría. Pero eso es lo que en realidad le gusta al hombre blanco. En especial las muchachas están continuamente alertas para proteger su piel de la gran luz que podría quemarla y enrojecerla. Tan pronto como salen al sol sostienen un gran toldo sobre su cabeza. ¡Como si la palidez de la luna fuera más bonita que el color del sol! Los Papalagi prefieren hacer estas cosas a su modo y están siempre redactando leyes para respaldar sus puntos de vista. Aunque sus narices sean tan agudas como los dientes del tiburón, ello no significa necesariamente que sean más bellas que nuestras narices, que son redondas y suaves. ¿Creemos que son feos porque pensamos de modo distinto sobre todo esto?

Como los cuerpos de las mujeres y muchachas están siempre cubiertos, vive dentro de los hombres el profundo deseo de ver su carne. Algo que uno puede muy bien imaginar. Tienen eso en su mente día y noche, y hablan mucho del cuerpo femenino de tal modo que vosotros pensaríais cómo una cosa tan bella y natural puede ser pecado y debe esconderse en la oscuridad. Sólo si empezaran a enseñar esa carne podrían centrar su atención en otras cosas y sus ojos cesarían de murmurar palabras sucias cuando pasa una chica.
¿Podéis imaginar mayor locura, amigos míos que se considere la carne como un pecado, un aitu9? Si tuviéramos que creer al hombre blanco, compartiríamos su deseo de que nuestra carne se convirtiera en lava congelada, sin el calor benéfico que brota del interior. Sin embargo, nosotros queremos seguir divirtiéndonos, seguir comunicándonos a través de nuestros cuerpos con el sol, guardando nuestra habilidad de correr como caballos salvajes, porque estamos desembarazados de taparrabos y no tenemos pielesprotege-pie que nos hagan retrasar los pasos y no nos preocupamos de las cubiertas cayendo de nuestras cabezas. Disfrutemos de la vista que nos ofrece una doncella esbelta de cuerpo y con los miembros brillando al sol, o también bajo la luna. El hombre blanco que tiene que cubrirse tanto para esconder su vergüenza está loco, ciego y no siente los verdaderos placeres de la vida.

(1) Aun después de convertirse en su mujer, raras veces se muestra a sí misma, y, cuando lo hace, es por la noche o en la penumbra. (Nota de Tuiavii.)
(2) Reina de Mayo.
(3) Danza nativa.
(4) De viaje.
(5) Festividades.
(6) Caballeros.
(7) Traje formal de noche.
(8) Gran pañuelo para la cabeza.

1 comentario:

  1. Si señor!!!! por mi parte tienes un 10 como profesor....Y otro como artista..... eres el mejor!!!! saludos de la que vivia en aquella aldea perdida en el tiempo.....jeje

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