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Hola, os doy la bienvenida al blog. Mi nombre es Pablo y trabajo en la escuela de un circo como profesor de infantil y primaria. Estoy realizando varios viajes al mismo tiempo: pedagógico, geográfico, literario, artístico y, cómo no, al mundo del circo. Si deseas acompañarme, me darás una gran alegría. Te invito a pasar y a que dejes tus impresiones.



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miércoles, 19 de mayo de 2010

Querer, poder y saber


Voy a revelarle en pocas palabras un gran misterio de la vida humana. El hombre se agita por dos actos hechos instintivamente que consumen las fuentes de su existencia. Dos verbos expresan todas las formas que toman estas dos causas de muerte: QUERER y PODER. Entre estos dos términos de la acción humana, hay otra fórmula de la que se apoderan los sabios, y a la que debo la felicidad y mi longevidad: El querer nos abras y el poder nos destruye; pero el saber deja nuestra débil organización en un perpetuo estado de calma. Por eso el deseo o el querer está muerto en mí, matado por el pensamiento, el movimiento o el poder se ha reducido a las funciones naturales de mi organismo. En dos palabras, ha puesto mi vida, no en el corazón que se quiebra ni en los sentidos que se embotan; sino en el cerebro que no se gasta y sobrevive a todo. Ningún exceso ha maltratado mi alma ni mi cuerpo. No obstante he visto el mundo entero. Mis pies han pisado las más altas montañas de Asia y América, he aprendido todas las lenguas y he vivido bajo todos los regímenes. He prestado dinero a un chino con la garantía del cadáver de su padre, he dormido en la tienda del árabe fiado en su palabra, he firmado contratos en todas las capitales europeas y he dejado sin temor mi oro en la choza de los salvajes. En fin, he logrado todo porque he despreciado todo. Mi única ambición ha sido ver. Ver, ¿no es saber…? ¡Oh! Saber, joven, ¿no es gozar intuitivamente? ¿No es descubrir la sustancia misma del hecho y hacerse dueño de él esencialmente? ¿qué queda de una posesión material? Una idea. Juzgue, pues, lo hermosa que ha de ser la vida de un hombre que, pudiendo grabar todas las realidades en su pensamiento, lleva en su alma las fuentes de la felicidad, saca de ellas mil deleites ideales limpios de manchas terrestres. El pensamiento es la llave de todos los tesoros, depara los goces del avaro sin dar sus inquietudes. Por eso he mirado el mundo desde lo alto, en el que mis placeres han sido siempre fruiciones intelectuales. Mis vicios eran contemplar los mares, los pueblos, los bosques, las montañas. He visto todo; pero tranquilamente, sin fatiga. Nunca ha deseado nada. He esperado todo. Me he paseado por el universo como por el jardín de mi propia casa. Lo que los hombres llaman penas, amores, ambiciones, reveses, tristezas, son, para mí ideas que yo mudo en ilusiones; en vez de sentirlos, los expreso, los traduzco; en lugar de dejarles que destruyan mi vida, yo los dramatizo, los desarrollo, y con ello me divierto como si fueran novelas que leo en mi interior. Como nunca he fatigado mi cuerpo, gozo aún de una salud robusta. Como he heredado toda la fuerza de que no abusaba, esta cabeza está aún mucho mejor provista que mi tienda.

El anciano se dio un golpe en la frente y continuó así:

-aquí están los verdaderos millones. Paso días placenteros lanzando una mirada inteligente al pasado. ¡Evoco países enteros, lugares, vistas del océano, figuras históricamente bellas! Tengo un serrallo imaginario en el que poseo todas las mujeres que no he tenido. Vuelvo a ver a veces a vuestras guerras, vuestras revoluciones y las juzgo. ¡Oh! ¿Por qué hay que preferir las admiraciones febriles y ligeras hacia algunas carnes más o menos sonrosadas, algunas formas más o menos redondas? ¿Por qué hay que preferir todos los desastres de vuestras voliciones engañadas a la facultad sublime de hacer comparecer en sí al universo, al placer inmenso de moverse sin estar atado por las ligaduras del tiempo ni por los grilletes del espacio, al deleite de abarcarlo todo, de verlo todo, de inclinarse sobre el borde del mundo para interrogar a las otras esferas, para escuchar a Dios?


Honoré de Balzac, La piel de Zapa

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