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Hola, os doy la bienvenida al blog. Mi nombre es Pablo y trabajo en la escuela de un circo como profesor de infantil y primaria. Estoy realizando varios viajes al mismo tiempo: pedagógico, geográfico, literario, artístico y, cómo no, al mundo del circo. Si deseas acompañarme, me darás una gran alegría. Te invito a pasar y a que dejes tus impresiones.



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martes, 18 de mayo de 2010

Sostiene Pereira



Con esta novela, una de las cumbres de la literarura de las últimas décadas, Antonio Tabucchi logró la unaminidad de la crítica los más prestigiosos galardones y la respuesta Masiva de los lectores.
Lisboa 1938. La opresiva dictadura de Salazar, eI furor de la guerra civil española llamando a la puerta, al fondo, el fascismo italiano. En esta Europa recorrida por el virulento fantasma de los totalitarismos, Pereira, un periodista dedicado durarme toda su vida a la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de un mediocre periódico, el Lisboa. Pereira tiene un sentido un tanto fúnebre de la cultura. Prefiere la literatura del pasado, dedicarse a la elegía de los escritores desaparecidos, prepara necrológicas anticipadas. Necesitado de un colaborador contacta con un joven, Monteiro Rossi, quien a pesar de haber escrito su tesis acerca de la muerte está inequívocamente comprometido con la vida. Y la intensa relación que se establece entre el viejo periodista, Monteiro y su novia Marta, Cristalizará en una crisis personal, una maduración interior y una dolorosa toma de conciencia que transformará profundamente la vida de Pereira.
Con la historia de este periodista, Tabucchi nos ofrece también una espléndida historia sobre las razones de nuestro pasado que pueden ser perfectamente las razones de nuestro propio presente.


La he leído casi de una sentada. Tiernamente agridulce, me ha emocionado y no he podido evitar que se me escape una lagrimilla al llegar al pasaje final, que no pienso desvelaros. Lo que si diré es el corolario, por así llamarlo, que he obtenido: No es bueno que nos mantengamos aislados como células independientes, eso es precisamente lo que el poder quiere –divide y vencerás-. Hemos de comunicar y comunicarnos si deseamos un mundo digno. Es casi lo único que está a nuestro alcance: comunicarnos. Y ya es mucho.

No he visto la adaptación cinematográfica, pero el tipo del protagonista no tiene mucho que ver, a mi juicio, con el que ofrece Marcelo Mastroiani, actor hacia el que simpatizo. A Pereira nos lo describe Tabucchi como una persona cuyo aspecto físico se asemejaría más al Torrente de Santiago Segura, con quienes no simpatizo en absoluto, ni el personaje, ni el actor-director:

Y Pereira era católico, o al menos en aquél momento se sentía católico, un buen católico, pero en una cosa no conseguía creer, en la resurrección de la carne. En el alma sí, claro, porque estaba seguro de poseer un alma, pero toda su carne, aquella chicha que circundaba su alma, pues bien, eso no volvería a renacer, y además, ¿para qué?, se preguntaba Pereira. Todo aquél sebo que le acompañaba cotidianamente, el sudor, el jadeo al subir las escaleras, ¿para qué iban a renacer? No, no quería nada de aquello en la otra vida, para toda la eternidad.


En fin, ya sabemos: productores por aquí, financieros y distribuidores –entiéndase cadenas de televisión- por allá y esta peli la protagoniza un tipo fino y elegante que si no, no se vende. Y necesitamos mucha gente viendo esta película para poderles endosar nuestros pequeños mensajes publicitarios. Así es el cine, un mero soporte publicitario. ¡Cuánto talento malgastado!

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